“Ecoute, Israël: l’Éternel est notre Dieu, l’Éternel est un!” Deuteronomio 6:4
La Declaración de Seelisberg, la Nostra Aetate y el Dabru Emet son tres documentos trascendentales para entender las relaciones entre dos religiones milenarias, el cristianismo y el judaísmo. Es por ello que en el presente artículo desarrollo una síntesis de los puntos más importantes de estos tres documentos, y al mismo tiempo remarcaré la trascendencia histórica de cada uno de ellos, analizando las causas y los efectos que han tenido.
Los Diez Puntos de Seelisberg
En 1946 la Conferencia de Oxford marcó un punto de inflexión en las relaciones inter-religiosas, pues en la ciudad inglesa se encontraron por primera vez las organizaciones cristianas y judías, estableciendo una primera conferencia internacional en tal ciudad. Al año siguiente, el 30 de julio de 1947 empezó la Conferencia de Seelisberg. Esta conferencia internacional estaba formada por 60 clérigos de 17 países distintos. Su reparto era el siguiente: 28 de ellos eran judíos, 23 protestantes y 9 católicos. Los motivos de la conferencia eran, acabar con los prejuicios contra los judíos y también estudiar las causas del antisemitismo.
La semana siguiente, el 5 de agosto, el Consejo Internacional de cristianos y judíos, promulgó los Diez Puntos de Seelisberg, por el que se llegaba a un acuerdo que establecía un primer puente entre ambas religiones. Entre estos diez puntos es importante destacar que Jesús nació de una madre judía de la descendencia de David y el pueblo de Israel, que los primeros discípulos, los apóstoles y los primeros mártires eran judíos, además se debía evitar el odio hacia todos los judíos por el asesinato de Jesús, porque no fueron los judíos sino solo una parte de ellos. Además, también añaden evitar los términos judíos y los enemigos de Jesús para designar a todo el pueblo judío. El décimo punto, y último, establece que se debe evitar hablar de los judíos como si los primeros miembros de la Iglesia no lo hubiesen sido.
Tal fue la trascendencia de la Conferencia de Seelisberg que en 1959, Juan XXIII decide eliminar la referencia a los “pérfidos judíos” en la liturgia del Viernes Santo. Una oración que empezaba: «Oremos también por los pérfidos judíos para que Dios quite el velo de sus corazones, a fin de que reconozcan con nosotros a Jesucristo Nuestro Señor”. Y encargó al Cardenal Agustín Bea la redacción en 1961 del borrador Decretum de Iudaeis, “Decreto de los Judíos”, que marcaría a través de sus diferentes versiones como sería de importante la declaración Nostra Aetate de 1965.
La declaración Nostra Aetate
El Cardenal Bea recogió lo que se trató en Seelisberg, esos diez puntos, y los incluyó para que formasen parte de la declaración conciliar que se estaba preparando. Después de la visita de Pablo VI a Tierra Santa, empezó la redacción final de la Declaración sobre la Relación de la Iglesia con las Religiones No-Cristianas, también llamada Nostra Aetate, “Nuestro Tiempo”. El 28 de octubre de 1965, con 2221 votos a favor y 88 en contra, la declaración conciliar fue aprobada y promulgada.
En el documento se renunciaba a seguir acusando de deicidio a los judíos con una sentencia contundente: “Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy”. Y añadía: “Además, la Iglesia, que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos”.
Aun así, había un punto que chirriaba, esta declaración no acababa con la extra Ecclesiam nulla salus, que significa que fuera de la Iglesia no hay salvación. Por lo que Cristo seguía siendo el Mediador y el camino de salvación, haciendo que para poder salvarse fuese y sigue siendo necesario, pertenecer a la Iglesia Católica. Aunque en sí mismo este precepto no es un dogma de la Iglesia Católica, desde 1302 y la bula Unam Sanctam del Papa Bonifacio VIII, sigue vigente. Y no fue hasta 40 años después cuando un grupo de rabinos redactaron el Dabru Emet, como respuesta a la Nostra Aetate.
Dabru Emet: la respuesta judía
Después de años de declaraciones cristianas, tanto católicas como protestantes, denunciando la persecución y el maltrato al judaísmo y a los judíos, y a la vez intentando el establecimiento de puentes entre las ambas comunidades desde la Conferencia de Seelisberg de 1947, reforzándose con la Nostra Aetate de 1965, hasta nuestros días, un grupo de estudiosos judíos escribió la Dabru Emet, “Decir la verdad”. Más de 200 rabinos e intelectuales judíos firmaron la declaración, provenientes de todas las ramas del judaísmo salvo la ortodoxa, siendo publicada en el New York Times el 10 de diciembre de 2000.
La declaración consta de ocho puntos, entre los cuales se afirma que los judíos y cristianos adoran al mismo Dios, parten de la autoridad del mismo libro, al cual los judíos llaman Tanakh y los cristianos Biblia, aceptan los principios morales de la Torá, deben trabajar juntos por la justicia y la paz cada uno a su manera, una nueva relación entre ambas religiones no debilitará la practica judía, y los cristianos deben respetar el reclamo del pueblo judío a la tierra de Israel. Además, en la parte más controvertida, la declaración exculpa a los cristianos de responsables del nazismo, como también aclara que la diferencia entre ambas religiones no se resolverá hasta que Dios redima al mundo entero.
Y, aunque se levantaron voces críticas al respecto desde las posiciones más conservadoras como pudieron ser sectores del judaísmo ortodoxo y del cristianismo protestante, la declaración tuvo muy buena acogida y rápidamente empezó a ser un fuerte cimiento de los puentes tendidos hasta entonces. No solamente debe verse como una respuesta a la formalidad de la declaración conciliar, sino también debe ser tratada como una respuesta a la voluntad continuada de establecer cordiales relaciones entre ambas religiones.
Un abrazo en el Kotel
En 2014, después de todas estas declaraciones, un abrazo simbolizó la suma de todas las declaraciones citadas, el del papa Francisco con el Rabino Abraham Skorka en el Muro de las Lamentaciones o Kotel. Tras 2.000 años de desacuerdos entre ambas religiones, este abrazo y el rezo del Pontífice en el lugar más sagrado del judaísmo, sin ninguna duda, marcó un antes y un después, empezando una nueva fase de diálogo entre ambas religiones.
Imagen: Rabbi Abraham Joshua Heschel with NY Cardinal Augustine Bea, who lead the effort to pass the Nostra Aetate. (Photo: American Jewish Committee).